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Los caballos españoles del siglo XIX.

- INICIO.

- BREVE RESEÑA HISTÓRICA.

- CASTAS EQUINAS ESPAÑOLAS.

       - TIPO DE MARISMAS Y RIVERAS.

       - TIPO DE LAS SIERRAS.

       - TIPO DE LAS CAMPIÑAS.

       - EL CABALLO DE TIRO.

       - LA CASTA FINA.

- LA CRÍA CABALLAR EN EL SIGLO XIX.

       - EXCESO DE INTERVENCIÓN.

       - DESINTERÉS Y ABANDONO.

       - ESCASEZ DE PASTOS.

- PROBLEMAS DE INTENDENCIA.

       - REQUISAS.

       - BAJO PRECIO.

       - EL PROBLEMA DE LAS MULAS.

       - EL USO DEL COCHE.

- DESARROLLO DE LA ZOOTECNIA.

       - PRIMEROS INTENTOS DE MEJORA.

       - EL SISTEMA PASTORIL.

       - SELECCIÓN CONTRARIA.

- PERMANENCIA DE LA RAZA PURA.

      - DEPÓSITOS DE SEMENTALES.

      - DEBATE SOBRE SU CONSERVACIÓN

- RESISTENCIA DEL CABALLO ESPAÑOL.

       - MOTIVOS DE DESAPEGO.

- BIBLIOGRAFÍA.

 

 

 

 

 

Los caballos españoles del siglo XIX.

©Ricardo de Juana, 2010

Es habitual que cualquier obra sobre nuestros caballos comience remontándose al Eoceno y nos refiera toda su genealogía desde el Hyracotherium al Pliohippus, sin embargo, en escasas ocasiones hacen referencia a su pasado más inmediato, siendo éste el que más información práctica nos ofrece, a la hora de conocer su realidad.

El caballo Pura Raza Española nace en 1913, año en que se creó el Registro Matrícula de la Raza Española, antecesor del actual Libro Genealógico del caballo de Pura Raza Española. Este Libro Genealógico contaba, en el año 2003, con 75.389 animales inscritos.

El antecesor inmediato de esta nueva raza era el antiguo caballo español, que a su vez procedía de las castas de caballos meridionales; los de Andalucía y Extremadura.

Desde tiempos remotos había sido considerada la principal raza para caballería ligera y fue demandada por todos los países europeos para mejorar sus castas, hasta el punto que, en mayor o menor proporción, prácticamente todas las razas de silla portan en sus venas sangre española, sin embargo, durante el siglo XIX, sufrió la mayor crisis de su larga historia y, al terminar el siglo, había perdido su reputación, pasando a ser considerado, incluso en España, como un caballo de escasa utilidad.

Resulta difícil de explicar cómo, en tan poco tiempo, hemos pasado de un discurso basado en hechos cotidianos y tangibles a una narración fabulosa e inconexa. Opiniones que antaño eran universales, desaparecieron sin dejar apenas rastro en la actualidad. Lo que hasta el siglo XIX era considerado un tronco común (caballo español o ibérico) con tres variedades ambientales (marismas, sierras y campiñas)  y múltiples castas, en el siglo XX pasó a ser una única raza monolítica (P.R.E.) más otras periféricas de diversos y exóticos orígenes diseñados al gusto de cada Autonomía.

Se tergiversaron los conceptos hasta hacerlos irreconocibles, si antes se entendía por caballo marismeño un caballo grande, tosco y linfático, hoy se interpreta como un caballo ligero y brioso. Si, por caballo castellano, se entendía un caballo ligero, sobrio y de carácter algo áspero, hoy se tiene por un supuesto tipo de caballo pesado, robusto y linfático idóneo como montura en los torneos medievales. Si por jaca siempre se entendió un caballo pequeño, cuya alzada no llegaba a 150cm., hoy se aplica para denominar a un caballo castrado y colín.

La mayor parte de las excelentes castas de caballos serranos han desaparecido sin dejar ni el recuerdo y, a las que han logrado sobrevivir, se las asigna procedencia céltica, como si nada tuvieran que ver con el resto de las castas de caballos peninsulares.

El motivo por el que se produjeron estas mutaciones conceptuales, en el siglo XX, en nuestro país es un misterio. Tal vez haya que achacarlo a la conjunción de varios factores: la Guerra Civil coincidente con el momento más bajo del proceso de desapego a nuestra raza caballar y el desarrollo del motor de explosión. La Guerra Civil y la posguerra produjeron la muerte o exilio de muchos profesores de veterinaria y sus vacantes fueron ocupadas por personas cuyos méritos no eran estrictamente académicos. La decadencia del caballo español llegó a ser tan acusada que a nadie le interesaba ya su futuro ni tampoco su pasado y causó en la sociedad española un proceso de obnubilación por otras razas y culturas hípicas extranjeras. El afianzamiento de los vehículos de motor desplazó rápidamente a los caballos, haciendo que decayera aún más el interés por ellos y, por tanto, el número de jóvenes interesados en dedicarse profesionalmente a la veterinaria equina.

Aún así es difícilmente explicable pero, lo que causó más daño a nuestra raza caballar fue el error de mezclarle con la raza Árabe (cuyos efectos aún son patentes), pensando que compartían un mismo origen,  y la actitud de obviar que el caballo español es una raza ambiental forjada por las leyes de la naturaleza y por las penurias a que los hombres les hemos sometido y de compararle, absurdamente, con razas artificiales diseñadas por el capricho humano para satisfacer necesidades o modas puntuales y, lo que es peor, pretender acomodar a esta raza milenaria a los gustos y necesidades actuales, haciéndolo crecer por encima de los 160 y 170 centímetros de alzada para poder competir en pruebas deportivas que no han sido diseñadas para él.

 En este artículo analizamos, a través de autores coetáneos, el estado en que se encontraba la raza, las  trabas que rodeaban su cría y los motivos de su declive a lo largo del siglo XIX. No menos interesante resulta el periodo trascurrido entre el fin del siglo XIX y el momento de la creación del Libro Genealógico, pero intentaremos analizarlo en un futuro trabajo.

 

 

Principio del documento                                                                                       Breve reseña histórica.