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DEL CABALLO AGRÍCOLA-ARTILLERO
“Para que una yegua que esté en el celo sea dada al
semental deberá tener como alzada mínima 1,47 metros, salvo que se trate de
las subrrazas losina, navarra, gallega, asturiana y burguete, que en el
artículo 11 se consideran como toleradas, en cuyo caso serán admitidas las
alzadas de 1,42 metros en adelante” (Reglamento provisional
para el funcionamiento e inspección de paradas de sementales equinos,
Ministerio del Ejército, Jefatura de los Servicios de Cría Caballar y
Remonta, 1956)
La 1ª República (decreto de 23 de julio de 1869) declara libre la cría
caballar. En 1885 se crea el depósito de Valladolid, con percherones, que en
1900 se traslada a León.
Con el siglo XX se inicia la creación del caballo artillero–agrícola, un
concepto moderno que pretende aunar los intereses militares con las
necesidades de la nueva agricultura. Este concepto, ya muy arraigado en el
resto de Europa, tuvo muchos defensores aquí, y especialmente entre los
militares, que eran quienes dirigían la cría caballar desde los tiempos de
Fernando VII. Esta situación fue la que acabó con lo poco que quedaba del
caballo castellano “mejorado”, el de la vega, y la que comenzó a destruir al
caballo castellano primitivo, que hasta ese momento había permanecido intacto
en sus montañas.
En 1926 el ejército reorganiza los servicios de cría caballar en ocho zonas
dependientes del arma de Caballería y se dotan con sementales bretones los
depósitos de Santander, León, Zaragoza, Hospitalet y Bétera. La importación
de sementales bretones fue constante desde entonces. Proliferan las paradas
de sementales bretones, tanto públicas como privadas, extendiendo su
influencia desde las zonas llanas a la montaña. Con los años se va haciendo
sentir la influencia de la sangre del postier bretón en las poblaciones
autóctonas, llegando a hacer desaparecer poblaciones caballares que
permanecían prácticamente intactas desde los tiempos del Neolítico. Como
muestra de este espíritu reformador que impregnó a los responsables de la
cría caballar, desde mediados del siglo XIX hasta finales del XX, valgan
estas frases extraídas del libro Como producir el caballo de tiro en España
(José Crespo Serrano, Ed. Dirección General de Ganadería, 1.935) “Capítulo V – Medios de
mejorar la producción – Acción directa del Estado. [...] De otro
modo, obligado es seguir actuando sobre nuestra yegua indígena, por selección
y cruzamiento con sementales disponibles en los depósitos del Estado. La
acción es más lenta; pero con perseverancia y cuidado ha de llegarse a
resultados positivos, poniendo todo interés en la elección de nuestras
yeguas, que en algunas regiones como Valencia, Cataluña y Ribera del Ebro
ofrecen ya cierto grado de cruzamiento con Bretón y Percherón muy
aprovechable.[...]
Capítulo VI – Factores que deben tenerse en cuenta para la mejor producción. El caballo que es preciso producir – [...] Este
“portador-tractor” representaría exactamente el tipo de caballo económico y
práctico para España, en el sentido de su utilización agrícola, industrial y
Ejército, armonizándose, como hemos dejado indicado, las necesidades de la
economía y de la defensa nacional de un modo beneficioso, Es realmente el
tipo deseado y solicitado por nuestros valencianos, amantes del empleo del
Postier-Bretón, que adquieren directamente en Bretaña.[...]
Capítulo VII – Mejora constante de las razas. Consideramos que para realizar nuestros propósitos es
preciso seguir un cruzamiento por absorción de sangre y selección ordenada y
rigurosa,” [...] Estas frases reflejan con total
claridad cuál era el planteamiento oficial sobre la nueva orientación de la
cría caballar del norte de España. La decisión estaba tomada. Bajo esta
subjetiva óptica, las razas de jacas autóctonas de las provincias norteñas,
aquellas que habían sido capaces de subsistir desde la prehistoria,
desafiando guerras, invasiones, dinastías y modas, tenían que desaparecer,
por el bien patrio, absorbidas por una raza francesa, el postier bretón, que,
durante la primera contienda mundial, había demostrado ser la mejor en cuanto
a sobriedad, resistencia y aptitudes (en Francia). Las modas europeas se impusieron de
forma arrolladora. Esta solución parecía que podía poner fin, de una tacada,
a los males endémicos de las zonas montañosas del norte, de la agricultura y
del ejército. A nadie se le pasó por la cabeza pensar que, a lo largo de
muchos siglos, había quedado patente que los mejores animales para la
tracción agrícola en España, eran el buey, en las zonas donde abundan los
pastos, y la mula en las más áridas. Otro tanto ocurría con el animal
traccionador para la artillería de montaña. José Crespo llega a decir, en la
obra antes citada:”La mula, justamente,
posee cualidades apreciables de rusticidad, sobriedad, resistencia y pocas
exigencias de entrenamiento; pero no puede justificarse su preferencia sobre
el caballo sino en las regiones y zonas de terreno quebrado y seco, en que no
se disponga de recursos forrajeros”, para decir, poco después: “Sería vana ilusión pretender en España
una industria caballar de tiro floreciente. Las condiciones de nuestro clima
y suelo, extremadamente seco y pobre en recursos forrajeros y plantas
pratenses, no permitiría nunca traspasar los límites de nuestras
posibilidades”. La contrariedad es palmaria, pero estos “pequeños
contratiempos” no deben arredrar a un espíritu bien templado. Otro defensor a ultranza, posiblemente
el más acérrimo, fue Ferreras, que, en el mismo año, decía: [...]
“recomendamos un cruzamiento único en bloque sobre las poblaciones equinas
norte-españolas con un caballo agrícola-artillero pequeño como el Bretón
seguido de selección y consanguinidad en demanda de líneas puras.[...] [...] ¿Podemos en cambio
a base de nuestra población equina del N. llegar a la producción de un tipo Agrícola-artillero?
“Animal de alzada media robusto y apto para su empleo a voluntad en el
arrastre silla o carga a lomo en trabajos efectuados al paso y trote y tan
rústico y sobrio como las faenas agrícolas y vida de campaña lo exigen, es
decir un animal de masa y fuerza muscular suficiente que pueda arrastrar con
facilidad un carruaje no ligero a un aire (paso y trote) ni lento ni rápido
que acepte también la silla o carga a lomo sin ninguna dificultad". Esta me parece la orientación más acertada en armonía
con las condiciones ambientales, constitución del tipo y necesidades
comerciales”.[...](Ganadería Vasca, Vol. I, Bilbao, 1935) A pesar de su obcecación, fue capaz de
comprender que la ganadería caballar del norte de España no reunía las
mejores condiciones – “por otro lado no
olvidamos la alimentación como factor mejorante ¿y es de extrañar que estos
caballos adquieran masa y forma con una buena nutrición? Todos ellos son pequeños de hambre
exclusivamente”, pero no quiso entender que la nueva raza tendría que
sujetarse a esas mismas condiciones adversas. Es claro que, en una región como la
Bretaña francesa, con pastos abundantes y excedentes agrícolas baratos, se
puede desarrollar una raza tan aparente como el Postier Bretón, pero en las
condiciones en que se desarrolla la vida de las jacas norteñas españolas, no
se puede pretender más. No es una cuestión de calidad de genes, es una
cuestión de adaptación a los recursos alimenticios y al clima. Las razas de
jacas ibéricas, en su medio, son biológicamente superiores a cualquier otra y
las únicas mejoras sensatas son la selección y las referentes a su
alimentación. “De entre los estudios, relativos a las razas equinas
cantábricas, que hemos manejado, ninguno nos ha dado una impresión de
absoluta objetividad, ni nos ha parecido tan realista y acertado a la hora de
ofrecer soluciones, como los del veterinario militar G. Ferreras; por lo
común, coinciden todos en un desfasado sentimentalismo, que agiganta las
pretendidas virtudes de cada variedad, y propugnan el resurgimiento de
morfotipos originarios e ideales, de cuya existencia se impone dudar ya que,
las más de las veces, son tan solo imaginarios. [...] si Ferreras tuvo el
valor de denunciar la escasa rentabilidad del poney vasco, en cuyo caso sí
existía un fenotipo conocido, con fijeza genotípica patente en los análisis
osteológicos, y afirmó que no merecía la pena intentar, por selección, el
resurgimiento del tipo originario y sí, en cambio, su cruzamiento con razas
adecuadas que la infiltrasen los caracteres de que carecía, [...] [...] de ahí nuestra total conformidad con Ferreras cuando
recomendaba, para las poblaciones equinas norte-españolas,”un cruzamiento
único y en bloque con un caballo de tiro ligero, como el bretón, seguido de
selección y consanguinidad, en demanda de líneas puras, y buscando
homozigocidad a partir de la tercera generación” El cruzamiento con un tipo único, el bretón, (aunque
se probó también el ardenés, hace tiempo que se abandonó), hasta alcanzar la
total absorción de los distintos genotipos montañeses, creemos que ha sido un
laudable y exitoso empeño en que Cría Caballar se viene afanando desde hace
años, en Santander”[...]. Como se puede apreciar, por los
textos expuestos, hizo falta el empeño obstinado de varias generaciones de
responsables de la cría caballar nacional para lograr acabar con nuestros
endemismos caballares, y, aún así no lo lograron del todo. El tiempo ha demostrado que, la
supuesta necesidad de crear una raza de caballos agrícola- artilleros, era
extremadamente coyuntural y escasamente justificada. El caballo de tiro nunca
logró desplazar a la mula como traccionador agrícola mayoritario, y poco
después, ambos se vieron arrinconados por el motor de explosión, tanto en la
agricultura como en el ejército. Curiosamente, el uso de la mula ha perdurado
al del caballo en las baterías de artillería de montaña. Al día de hoy, los
cada vez más exiguos descendientes de este ensayo genético del “caballo
agrícola – artillero” se destinan al escasamente rentable negocio del
abastecimiento cárnico, mientras que, irónicamente, las razas autóctonas
gozan del reconocimiento popular y de la aparente protección de las distintas administraciones. |
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